...Cuando un demonio también se enamora...

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sábado, 2 de octubre de 2010

Perdón

Fin de semana.
Dos días sin poder ver a Ammy. Sumandole las horas que pasaron desde que se despidió de mi el viernes y lasque pasarían en la madrugada hasta que fuera al colegio.
Nunca pensé que alguna vez querría ir un colegio para humanos y que sería feliz con eso. Aunque sin embargo había acertado al ponerme el castigo de ir justo a este lugar para pagar por mis pecados. No hay mayor dolor que el de un amor no correspondido.
Me consolaba pasando el tiempo viendo a Kelba adaptandose a su nueve hogar y la separación de sus hermanos, ya que después del primer día, tube que admitir a regañadientes que me termine encariñando con la perra.
Y fue el domingo en la mañana, cuando salí a comprarle comida a mi mascota antes de que cerraran todos los negocios, cuando me encontré con Ammy.
Iba con unos pantoles cortos que resaltaban sus lindas piernas, sandalias, y un chaleco que era unas tres o cuatro tallas mas grandes que ella.
Si a eso le sumabamos que llevaba el cabello recogido en una coleta de la cual escapaban algunos mechones, se veía adorable.
Y yo, como siempre, me la estaba comiendo con los ojos.
Miré avergonzado mis pantalones de chandal y la camiseta sin mangas que se me pegaba al cuerpo por la transpiración, ya que había pasado toda la mañana corriendo para intentar sacarme a Ammy de la cabeza.
- Hola, Damian. - se había acercado mientras yo me miraba las zapatillas con el ceño fruncido.
- Ah, hola Ammy. - mi voz sonaba seria, como siempre. Ammy chasqueó la lengua al escuchar mi tono de voz.
- Ya estás gruñón otra vez... - murmuró muy bajito. Sin embargo yo era el único que la podía haber escuchado. Y lo hice. - ¿Cómo está Kelba?
Ni un, "¿Cómo estás Damian?" No, a ella no le interesaba eso. Pero quería saber como estaba mi perra.
"Y con lo patán que eres por qué va a querer saber cómo estás tú, imbécil". La vocesita en mi cabeza ya estaba haciendo sus comentarios odiosos. Otra vez.
Y lo peor era que tenía razón.
- Bien. Ahora vine a comprarle comida.
- ¿Ya se te acabó la que te di de lo que compré? - me preguntó con los ojos como platos.
¡Mierda! Ahora tendría que explicar que había pasado con los kilos de comida para perro que me había dado Ammy cuando me entrego a la chucha de mirada triste.
- Eh... Si algo así.
- ¿Cómo que algo así?
- ¿Siempre tienes que ser tan jodidamente intrusa? - la ataqué porque no quería explicar qué había hecho con la comida que me había entregado para Kelba, pero al ver el dolor que asomó en sus ojitos tricolor, y que no pudo disimular a tiempo mientraba hacia abajo, solo logré hacerle daño a ella y a mi aún más.
Ammy se dio la vuelta y se alejó de mi a paso rápido mientras cruzaba la puerta del negocio para salir a la calle.
No me paré a pensar en lo que hacía y la seguí, dejando mi cesta con las compras en el suelo cerca de las naranjas.
- Hey, Ammy. - le grrité mientras, una vez en la calle, corría tras ella. Pero Ammy no se detubo hasta que la alcansé y le tomé el brazo. - Oye...
- Sueltame. - me dijo mirando hacia el piso. Su voz sonaba un poco estrangulada.
¿No la habría hecho...?
- Hey, - mi voz sonó verdaderamente suave, como siempre quiero que sea con ella y no me lo permito. Le levanté la barbilla con un dedo y vi sus ojitos conteniendo las lágrimas. Me odié por ello. - Sh... Ven aquí. - le susurré mientras la acercaba a mis brazos. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que la había perseguido hasta llegar a un pequeño parque.
- No. - me dijo apretando los labios sin embargo, y a pesar de que me dolió su negación, la seguí acercando a mi.
- ¿Y tu crees que yo te estaba preguntando? - me reí amargamente mientras al fin la abrazaba.
Y me sentí... ¡Wow! Me sentí de una y mil formas.
Ansioso, feliz, nervioso...
Y fue cuando Ammy se relajo en mis brazos y me rodeó el torzo con sus pequeños brasitos cuando caí en la cuenta de por qué soy tan osco con ella.
En toda mi vida, y 6000 años creo que son bastante, he conquistado para llevarme a la cama a cuanta mujer he deseado.
Pero con Ammy es todo distinto. No se puede comparar ni por asomo el simpre deseo o el aburrimiento con amor verdadero.
Aunque si me esforzara bastante quizá también podría lograr conquistar a Ammy. Y por eso mismo hago todo lo contrario.
Supongo que es mi forma de defenderla inconcientemente de algo como yo, a pesar de que mi ser entero grite a los cuatro vientos: "¡Oye, mírame! ¿Por qué no te enamoras de mi, y sientes una milésima de lo que yo siento por ti?"
Mis pensamientos se cortaron de un golpe al sentir que Ammy frotaba su nariz en mi pecho, o bueno, lo que alcansaba de él.
- Estás mojado entero. - me dijo con la voz amortiguada por mi pecho. - pero a pesar de todo hueles bien.
- Eh, ¿si? - Fue lo mas brillante que mi cerebro acertó a decir.
- Si. Eres el primer chico que conosco que posbilemente haya estado haciendo ejercicio un buen rato para estar asi de transpirado y que aun asi huele bien.
- Estube corriendo, desde las seis. - le dije mientras me relajaba entre los brazos de Ammy y le hacía cariño suavemente en la cabeza. Al parecer, Ammy sintió el momento exacto en el que me relajé porque sus brasitos se apretaron fuertemente a mi alrededor. Suspiré mientras sentía que el corazón me latía cada vez mas deprisa por la cercanía de Ammy. - Pero estoy acostumbrado a... Un momento. ¿A cuantos chicos tienes la costumbre de olorosar después de que hacen ejercicio? ¿Y qué tipo de ejercicio?
Ya. Se me salieron las palabras de mi boca antes de que supiera acaso que estaba diciendo. Cuando lo entendí, me arrepentí al instante porque era una clara muestra de celos.
Oh si, unos celos que me estaban carcomiendo por dentro en una infinidad de posibilidades que se pasaban por mi cabeza a una velocidad enorme por segundo.
Sentí la suave risa de Ammy hacer vibrar mi pecho.
- Oh, bueno, tu eres el primero.
Menos mal que Ammy tenía su cabeza undida en mi pecho, porque la sonrisa de insana felicidad que tenía en mis labios debido a sus palabras era mucho mas reveladora que mil palabras de amor.
- Ah. - Otra vez mi cerebro se negó a cooperar mas. - Oye...
- ¿Si?
- Lo siento por como te traté en el super mercado, ¿ok?
- Está bien... Si no es tan importante como para que haya reaccionado así. - me contestó mientras suspiraba y se alejaba de mi. Sentí frío en cada milimetro de piel que había estado cerca de Ammy y que ahora quedaba expuesto otra vez al aire. - Pero se me juntaron muchas cosas y creo que use cualquier escusa para desahogarme.
- ¿Que cosas?
- Pues... - el semblante de Ammy se frunció un poco. - muchas cosas. Pero preferiría no hablar de eso.
- Claro. Lo comprendo. - le dije aunque me hubiese gustado que ella confiara en mi, pero sabía que debía ganarme su confianza. Al ver que sus ojos se cubrían de tristeza al volver a pensar en sus problemas le subí la comisura del labio con el pulgar para que sonriera y agregué serio - si te digo a donde fue a parar la comida que me habías dado para Kelba prometeme que nunca se lo diras a nadie.
- Prometido. - me dijo con esa sonrisa suya que me aturde.
- Bien... El miercoles, después del colegio, andaba cerca del campo, en moto. Y me encontré con "el tipo".
- Ya...
- "El tipo" tenía un chucho pulguiento. Bastante viejo. Bueno, "el tipo" también era bastante mayor...
- Ok. Ambos viejos. Pobrecitos.
- Y bueno, la cosa es que "el tipo" iba a botar a "Garrapata"...
- ¿"Garrapata"?
- El perro viejo. - le aclaré. - "el tipo" lo iba a tirar a la calle porque los dos parecen un par de sacos de huesos con canas, ya que son bastante pobres. Así que le dije que no lo botara, después de preguntarle si tenía mas compañía. Obiamente "el tipo" esta solo y abandonado como el jodido brocoli en el plato de un niño. Entonces nos pusimos a hablar, de la vida, y de cosas de hombres. Le pedí que no botara a "Garrapata" y que me esperara. Volví a mi casa, tome la comida que me habías dado y varias otras cosas que tenía y volví a casa de "el tipo".
- Oh, Damian...
- Se las entregué, con una buena cantidad de dinero porque bueno... nose, suopongo, que, éste, yo... me dieron pena el par de viejos. Además "Garrapata" es tan feo como tu chucho, solo que el pulguiento de "el tipo" me adora y tu perro no me soporta.
En todo el rato que había hablado había estado mirando a otro lado porque me daba vergüenza admitir lo que había hecho.
¡Diablos! Soy un demonio, aunque desde que tengo memoria siempre he hecho cosas así, la tortura era larga y fuerte cada vez que mi padre o alguno de sus secuases que no dudaban en hablar me sorprendían haciendo este tipo de cosas.
Cuando al fin miré a Ammy, vi que una sonrisa de esas para-corazones estaba en su rostro, por lo que me puse nervioso.
- Fue muy tierno lo que hiciste, Damian.
- Hey! Que yo no soy tierno...
La risa de Ammy fue fuerte.
- Ya. Tu secreto estará a salvo conmigo. Y está bien, no eres tierno, eres rudo.
- Sabes perfectamente que puedo serlo, Ammy, y bastante. No soy como los otros niñitos que conoces. Soy distinto - fue lo mas cercano a una advertencia que pude hacerle.
- Oh, claro. - me dijo. De repente sus ojos se habían vuelto serios a la vez que sus mejillas se teñían de un leve rosa. - En eso estamos de acuerdo, Damian. Por lo menos para mi, eres muy distinto a los demás chicos.
Y después de decirme eso, se fue.

1 comentario:

  1. Jajaja, estoy completamente enganchada!!
    "No hay mayor dolor que el de un amor no correspondido". Ésa frase me ha llegado muy dentro :)
    Y no te preocupes por hacernos esperar. Lo bueno se hace esperar!!
    Bss*

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